lunes, 24 de septiembre de 2018

ALICIA CAMPOS CERVERA





V



Me pregunto
señores,
si es que no me niegan
(y aunque poco me importa
vuestra autorización)
el porqué de la tan grande consecuencia
del hecho de que Dios
le de pan al que no tiene dientes.
Todo intento de cambiar el rumbo
de los acontecimientos
es pueril y hasta vergonzoso
(pero esto lo aprendemos
solo con el correr de la edad)
Todo intento de amar
(con el perdón de la palabra)
resulta triste
e invariablemente
termina en puro ridículo
Cualquier intento de hablar
de nuestra verdad
suele ser muy mala empresa.
(Se torna en un peligro
para nuestra integridad física:
más de una vez
me han desencajado la mandíbula)
todo intento de explicar algo
inexorablemente
termina en descampado
(El inocente que tuvo tan descarada iniciativa
acaba huyendo, falleciente del miedo.)
Y cuando uno
harto ya de tanto despropósito
decide volverse hacia sí mismo,
aislarse,
abandonar la partida,
pronto uno se percata
de su inocencia imperdonable
(se suponía que ya habíamos aprendido)

Pues nada: lo dicho
Señores…


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