V
Me
pregunto
señores,
si es
que no me niegan
(y
aunque poco me importa
vuestra
autorización)
el
porqué de la tan grande consecuencia
del
hecho de que Dios
le de
pan al que no tiene dientes.
Todo
intento de cambiar el rumbo
de los
acontecimientos
es
pueril y hasta vergonzoso
(pero
esto lo aprendemos
solo
con el correr de la edad)
Todo
intento de amar
(con el
perdón de la palabra)
resulta
triste
e
invariablemente
termina
en puro ridículo
Cualquier
intento de hablar
de
nuestra verdad
suele
ser muy mala empresa.
(Se
torna en un peligro
para
nuestra integridad física:
más de
una vez
me han
desencajado la mandíbula)
todo
intento de explicar algo
inexorablemente
termina
en descampado
(El
inocente que tuvo tan descarada iniciativa
acaba
huyendo, falleciente del miedo.)
Y
cuando uno
harto
ya de tanto despropósito
decide
volverse hacia sí mismo,
aislarse,
abandonar
la partida,
pronto
uno se percata
de su
inocencia imperdonable
(se
suponía que ya habíamos aprendido)
Pues
nada: lo dicho
Señores…
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