martes, 10 de diciembre de 2013

GUILLERMO ALBERTO ARÉVALO





La mamá grande



Da color con sus óleos a los grises
De las cabezas tristes de la clínica.
Verla pintar reúne
Más público
Que el voleibol de al lado.
Cambia su carácter de manera bien brusca,
Intempestiva.
Pero su generosidad no tiene límites.
Es la madre adoptiva
De tantas semihuérfanas
Que por ahí pasaron
Y la visitan religiosamente.
Esta hija de inmigrantes libaneses
Sabrá captar con sus espátulas
Y plumas
Esa mágica luz, que es tan extraña,
Por cuya vista hubiera dado todo
La escuela impresionista,
De los atardeceres bogotanos.




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