lunes, 25 de noviembre de 2024

YIRAMA CASTAÑO

 

  

 

Rumor del valle

 


Cuando comencé a viajar,

no pude resistir la tentación de parar

en la estación equivocada.

Pequeño pueblo de bombilla en la escalera,

habitar cualquiera de tus casas era bailar

en una ronda de gaitas y tambores.

No importaba la lengua arenosa,

ni el calor colándose en la pared de la cocina.

Bastaban eso sí los olores de la tierra,

a lentitud descalza en el centro de la plaza.

Nadie tenía nombre

 y sin embargo todos se llamaban.

Las mujeres pintaban sus labios

en punto de las seis

  y los hombres aplastaban fichas

en medio de los gritos y la fiesta.

Pero un día llegaron los falsos monjes

  a pintar con aerosoles

     agujeros negros en tu cielo.

Pequeño pueblo,

ahora que vuelvo con el camino despejado,

ahora que la brújula señala el norte sin equívoco

hay algo que no entiendo,

todos callan

y una fila de cantadoras

  con velas en las manos

  alumbran la marcha

que aleja a los niños

de la prometida tierra.

 

 

 

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