lunes, 4 de agosto de 2014

MAURICIO BACARISSE


 

Bebedor de ajenjo

 
 

Si siempre estoy ensayando

mi sonrisa amarga y triste,

es porque estoy esperando

a una mujer que no existe.

 

Víctima del desencanto

sufro martirios letales;

por eso adoro yo tanto

mis dichas artificiales.

 

Paraísos artificiales

que huyen del ruido y del sol...

¡Mis rimas son inmortales,

pues son hijas del alcohol!

 

Soy mísero y decadente;

en mi alma el Hastío muerde.

Por eso adora mi mente

los sueños del licor verde.

 

Licor venenoso y triste

que como un suave beleño,

un grato perfume diste

al cadáver de mi ensueño.

 

Licor que tiene el matiz

de unos ojos que yo amé,

y del tinte del tapiz

en que danzó Salomé.

 

(Ojos glaucos y perversos

que asesinasteis mi vida,

y les disteis a mis versos

fragancia de flor podrida.)

 

Turbio ajenjo sibilino

que tienes el sabor fuerte;

que harás de mi desatino

vestíbulo de la Muerte.

 

Cómplice de la locura,

mis hojas muertas no arranques,

licor que todo lo cura,

licor de color de estanques...

 

Si siempre estoy ensayando

mi sonrisa amarga y triste,

es porque estoy esperando

a una mujer que no existe.

 

 

 

 

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