martes, 5 de agosto de 2025

LUIS RAMOS DE LA TORRE

 

 

 

Lugares necesarios

 

 

De Manderley a Rosebud,

por citar dos ejemplos

de nombres singulares

en las filmografías,

hay un misterio escrito

en las bridas del aire

que juega con la cámara

y logra demostrarnos

que el olvido no existe

si le queda en el alma

a quien a esto se entrega

un poco de ilusión

y altas dosis de magia.

 

En la vida del arte

hay un sesgo atrevido

que revuelve el espacio

donde campa el hastío,

donde no pasa nada

si la vida anodina

se encierra entre sus muros.

 

Así el cine se implica,

no se calla y se atreve

a contar lo que ocurre,

a decir lo que debe;

porque desde el principio

en que izó su periplo

ha sido fiel al hecho

de contar lo que ofrece

a la atenta mirada.

 

 

Por eso con la fuerza

que le otorga su entrega,

y la sana experiencia

que a diario se vive

en las salas de cine,

qué bueno es avivarnos

con la esencia del mito

que conserva los nombres

de los santos lugares:

 

Manderley, La Gaviota,

Rosebud, Monument Valley,

regresos necesarios

que usamos muchas veces

por ver si hay algo más

animando un nosotros.

 

Entonces sin que nadie

lo haya previsto antes,

e igual que en otro tiempo

se hiciera de la vista

todo un cuerpo plenario,

miramos a la cámara

imitando a las cosas.

 

Hay gente que no cree

en la magia del cine,

y piensa en otros campos

con otros seguidores

y eso les hace libres.

Pero yo siento en Chaplin

en los Marx, y en Erice,

en la Monroe o Fellini,

los momentos mejores

los días más felices.

Ellos, Ford y Berlanga:

me han salvado del tedio.

 

¡Qué hermosas son las Artes,

qué grande Billy Wilder!

 

De: “Trece escalones”

 

 

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