A un poeta muerto
Tus
ojos erraban, alterados por luz,
del color divino al contorno inmortal
y de carne viva al esplendor del cielo,
duerme en paz en la noche que sella tu párpado.
¿Ver,
entender, oler? Viento, humo y polvo.
¿Gustar? La copa de oro contiene sólo la hiel.
Así como un Dios lleno de aburrimiento que deja el altar,
vuelve y dispérsate en la materia inmensa.
Sobre
tu mudo sepulcro y tus huesos consumidos
qué otro vuelque o no las lágrimas acostumbradas,
qué tu siglo común te olvide o te renombre;
Te
envidio, en el fondo de la tumba tranquila y negra,
de ser liberado de vivir y no saber más,
de la vergüenza de pensar y el horror de ser un hombre.
Nota: Charles Marie René Leconte de Lisle,
nombre del poeta conocido como Leconte de Lisle.
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