Imagen digital
A Jean-Francis
Aymonier, In Memoriam
En la última
foto
beso tu
cabeza, enorme
como la
de un elefante
(hoy tu
cabeza ya no existe más).
Estamos
en la soledad de una sabana
(tampoco
era el París de nuestra juventud)
Los dos
sonreímos, incluso con los ojos.
Mi
mentón está pegado a tu cráneo
y tu
boca se cierra para respirar
por la
traqueotomía.
Ya no
esperamos nada, bramamos en el flash,
espléndidos
como el orgullo
al
borde del abismo.
(Mi
boca mortal sigue deslizando
sobre
la piel de tu cráneo)
El amor
era un arte hecho de polvo y huesos
como
nuestras tallas trabajadas en marfil.
Y hoy
me resta este poema narrativo
(que
apunta la escopeta a los recuerdos
y no
acorta mi espera).
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