sábado, 30 de marzo de 2019

MAURIZIO MEDO





45.



No pude conocer a Chantal Maillard.
María Ramos llegó cuando me fui
algo más lejos que los poemas
desaparecidos antes de perder
la dignidad en una trivia
improvisada con el propósito de ilustrar
los registros obrados en la nueva
poesía peruana que, en Andalucía,
provoca las mismas sospechas que
sentimos cuando el turco –alojado
en la habitación contigua- nos preguntó
si los incas comprendían el uso de ciertos
objetos aparecidos con el idioma español.
O cuando o el cordobés —quien nos invitó
a su casa—no pudo ocultar su nerviosismo
al creer que devoraríamos los cobayos
que adoptó, tal como hizo Madrid con
los caleños que encontramos en
la calle de La Ruda, perdidos como el
esplendor virreinal de Santafé.
—Sudacas decimos por aquí— me corrigió Paco
(al oír “caleños) y pensé en la reacción
originadaal creer vasco al turco.
—Si se sabe algo del Perú—agregó luego
es por el filme de Ridley Scott (adonde
nunca apareció), Google, Tripadvisor y
por algunas vaguedades mal editadas en
el especial que National Geographic
dedicó a la Argentina.
El Perú y yo nos parecemos.
Ninguno es real, como lo exige la adrenalina
de un concierto en vivo. Si se le escucha
es a través del lipsync
de lo que cantó en el siglo XVI.
Ese jueves de enero.


De: “Interferencias”


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