El
frío de la casa
Después
de tanto tiempo, vuelvo a estar en tu casa.
Las
fotos del pasillo se han vuelto viejas
de tanto vivir en el pasado.
Hay
una luz de otro tiempo en las ventanas
del fondo y el ruido de la calle trae voces
de gente que ya ha muerto.
Dime
si soy como tú, si me convierto como tú
en el polvo que se acumula encima de las cosas.
Si
ser tu hijo es esto: caminar por tus huellas,
repetir tus gestos,
estar en la misma dimensión de tus heridas.
En
el salón los sueños siguen sintonizados
en un canal que ya no existe,
los muebles se han llenado de arrugas, en el piano
se toca el nocturno de lo que se fue.
Junto
a la chimenea se han arrojado todas nuestras
noches,
conversan en silencio nuestros cigarrillos,
se hacen amargas las sombras en los vasos,
por las paredes se va ensuciando algún rayo de luz.
En
los espejos quien envejece soy yo.
Siento
cómo hace frío en tu ropa colgada en el armario,
cómo están helados los libros en las mesillas,
cómo huelen al más allá las sábanas que ya nunca sabrán
de ti.
Solo
los que tienen un sentimiento del tiempo
conocen lo que es la vida, me dijiste.
Ahora
sé que estamos siempre diciendo adiós.
Sentimos
nostalgia incluso de lo que poseemos.
Pero
buscamos esa rara intensidad de vivir,
ese no pensar la vida como una sucesión de días,
sino los días como una sucesión de vidas.
Llenar
el mundo de cosas para que cuando venga la muerte
solo pueda llevarse un cuerpo desgastado
que no le queda nada por dar.
Se
han podrido los cubiertos y la vajilla con los que
comíamos.
La
sal se ha vuelto líquida. Sale oxidada el agua de los
grifos.
Abro
la cancela a las hierbas del jardín.
Quién
sabe qué está pasando al otro lado de cada flor,
de cada árbol, al otro lado de mi sombra.
¿Seguirás
tú defendiéndonos de los incendios
y de las barbaries,
de las caídas de las civilizaciones?
¿Evitarás que el más miserable
de los ladrones del Calvario lleve nuestro rostro?
¿Esconderás las piedras, bajo
las que alguien nos sepultará,
simplemente con el gesto de servir el café de la mañana?
Quién
sabe si puede haber un milagro,
la materia buscándose, transformándose
infinitamente para que volvamos a sentarnos juntos a la
mesa.
Solo
el dolor nos desafía a amar una vez más.
De:
“La fragilidad”
No hay comentarios:
Publicar un comentario