Corazón
de naranja
Al
pastor alemán que tú recuerdas, trotando por tu infancia,
lo
atropelló un tractor cuando creciste.
Se
nos cayeron luego los vencejos,
como
guantes raídos, de las tardes azules,
tardes
de manos llenas, cielo bajo.
Miro
cómo mi abuela,
los
ojos muy abiertos, fervorosa,
está
exprimiendo un zumo en la cocina;
miro
temblar sus manos, debajo de esas manos
miro
girar el sol, aroma antiguo,
sangre
pura del tiempo más redondo,
corazón
de naranja que aún nos ciega.
No
queremos morirnos, no queremos…
La
miro y habla sola en la cocina,
mientras
exprime un zumo como quien reza un salmo,
apura
la inocencia y el candor, bebe memoria.
Miro
temblar sus manos. Y el almendruco estéril,
la
tapia; blanco sucio para trepar de sed,
amarga
adolescencia, fruta viva.
Son
cosas que brillaron antes de que te fueras.
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