El
banquete
Desde
el principio, la yuca, desde el origen en Amauyama.
Vivir
era el oficio de irle descubriendo entre lo cotidiano
y
adentrarse en la pura geometría de su jugo dulce o venenoso −yare o naiboa−
y
adentrarse en las delicias del casabe jau-jau, pan fino.
En
ella lo transparente se vuelve inevitable, cobra colores, formas
se
viste abiertamente hacia otras realidades, a probables futuros de la forma y el
tacto.
Cuando
en la guerra quemaron al Zemí Baibrama, dicen que después, lavándolo con el
jugo dulce de la yuca, le crecieron los brazos y las piernas y le nacieron de
nuevo los ojos y le creció otra vez el cuerpo.
Por
eso en el banquete me lanzó a la aventura.
−Nitayna
yo− me despliego sin prisa a una suerte voraz ante sus formas,
y
las engullo siempre con los ojos cerrados y corazón de yuca, abierto.
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