jueves, 5 de junio de 2014

ELÍAS HIENAM


 

Balada de la princesa que un día fuiste



No terminaste conmigo,
decidí que estoy cada vez más sólo;
y me vi perezoso, cabizbajo
taciturno, con desidia, asoleado
lacónico y meditabundo.

Claro que me importa que queden
juramentos y fe en el puerto ilusivo,
de cuyo recuerdo odio
el año nuevo y sus alrededores falsos
sin piedad y mucho orín al despertar engañoso
sin querer te maldigo
y me hago a un lado aparente.

Se irán las costras caústicas de tu hedor,
mientras pienso,
que pudimos ser felices
ojeando acantilados,
de abrigo y con un sable,
-caminando-
para siempre;
¡Princesa!
una figura que se aleja y evanece entre el humo de Santiago y
una acequia en Parral.

Sólo
mirando el vino
devengo, enrollo, devano y tramo
futuras presencias de aquel jugo de melón
y me pongo la casaca
aunque se qué no iré a ningún lado.

 

 

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