jueves, 5 de junio de 2014

PEDRO ANTONIO ARAYA


 


  

                A cada uno su regreso

                oyes noche los pumas bramar para no decir la palabra inocente la última vez de los muertos

                hasta aquí la mar nos ha traído varados y está lo suficientemente tierra abonada de nadie y alguien que sabes nunca abandonaste silba el silencio de las cosas al fondo deshechas del instinto

                todo recuerda a todo como debe ser la muchacha se inclina escuchar el latido pequeño de sus hijas dormidas el viento cede a las cumbreras algo más que un manto con dados juega una diosa encendida su obsesión creo por los ventanales inmensos mirando los manzanos como lo haces también a veces del sur pensando en las preguntas que tampoco te respondieron esos años afuera

                la casa tiene sus rutas te esperábamos labios hay para el súbito odre

                pumas hijo mío nochebramar a lo lejos oigo en un país como éste y quisiera dormir de veras adormecido por los apacibles pumas una y otra vez la noche se llama y no se llama así y qué sabe uno hijo qué sabe uno

                muéstrame el grabado de Durero sobre la mesa relatando los rostros de 1511 y sus nerviosas figuras así me sueño la cara hace años esas líneas siquiera devolviendo un poco al adentro lo que sea de resurrección

               incesantes hay que entonces acribillar a la nada

               escuchar levemente a los pumas en su adormecer nochebramido.

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