domingo, 25 de mayo de 2014

FRANCISCO DE ASÍS FERNÁNDEZ


 
 

Espejo del artista

 

 
Me voy a ir de este mundo

igual que mis poemas, de la mano de la fantasía,

como los pájaros que dibujan en el aire

extraños presagios que después borran con su canto.

Quienes no me conocen dirán que viví en el lecho del mar,

en una torre encajada en el espíritu,

en un balcón apoyado en la desesperación de la soledad,

en un arca de madera y oro con compartimentos sagrados,

en un sagrario de madera y piedra

dentro de paredes interiores con incrustaciones de oro,

refugiado en el exilio,

que me extirparon los ojos para solo ver con los ojos de la poesía,

que mi ambición por el amor fue más grande que mi talento.

Pero solo fui un personaje ordinario, un vagabundo,

llorando en un charco de humedad,

un amante que sabe que en el amor uno entierra lo mejor de uno

para reducir la guerra a dos.

A estas alturas tengo dudas sobre la vida del texto

que me ha tocado representar.

Mi boca dice y mi cuerpo narra

cuando los sueños alcanzan la inconsciencia.

Los sueños son amantes ocasionales:

la luz entraba a torrentes

(larvas escarabajos y orugas)

un nuevo Edén poblado de criaturas mágicas

cuando al final de la noche, un desolado lugar,

perdido entre la niebla.

Ahora sé que para vivir en este mundo hace falta intuir la verdad:

oír canciones tocados por instrumentos

que suenan como el mar,

estrofas sobre el vuelo de los pájaros en el cielo.

Porque, al contrario, viví una casa desnuda

turbado por las tempestades

o apaciguado para despertar lo sórdido

que aparece para trastornar la vida,

para que uno busque la poesía en las montañas, en las costas

 
 

en las canteras, en la vida que habitan los espíritus dentro de los espejos,

en los árboles de corales envueltos en las profundidades submarinas

para pintar pájaros y flores,

y al hombre que sabe lo que le hace falta

pero nunca sabe dónde encontrarlo

y solo es un sombrero impresionista a punto de florecer

que quiere acercar la ilusión a la realidad

para saber de qué están hechos los terrores privados

y el sol tenue que ilumina los valles de la memoria.

Como en el alba queda el ropón ensangrentado de la novia

dejo primaveras y cabras, campanas, voces y lirios,

existencias egoístas y visiones que no son de fiar.

Me da miedo envejecer y me mato por aferrarme a la vida,

porque mi vida, como el espejo,

dice y desdice, escribe y borra, construye y destruye,

afirma y niega.

 
 

Granada, 10 de Abril de 2002

 

 

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