Adivinaba
el mundo detrás del mostrador
de una
ferretería.
Bosquejaba
poemas en las notas de encargo,
en
diminutos papeles o en el menú de algún un café del rumbo.
Por
la rua dos Fanqueiros pasaban
las mujeres
y él,
muy atento a su paso,
saldría
de su escritura para verlas.
Alguna
voltearía de reojo y su corazón sería un potro
que
pugna desde adentro,
arremete
con fuerza y al final cae rendido.
De: “Canción del
navegante de si mismo”
No hay comentarios:
Publicar un comentario