jueves, 22 de febrero de 2018

MIJAIL LAMAS


  


Adivinaba el mundo detrás del mostrador
de una ferretería.
Bosquejaba poemas en las notas de encargo,
en diminutos papeles o en el menú de algún un café del rumbo.
Por la rua dos Fanqueiros pasaban las mujeres
y él, muy atento a su paso,
saldría de su escritura para verlas.
Alguna voltearía de reojo y su corazón sería un potro
que pugna desde adentro,
arremete con fuerza y al final cae rendido.


De: “Canción del navegante de si mismo”


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