Infancia
La primera vez que nos cambiamos de casa
pensé que también esta se movería de lugar,
entonces entendí que la infancia
es todo lo que cabe en una caja de zapatos.
Y quizá, algunas palabras tristes
remendando una camisa rota.
Debimos
incendiar esa puerta si nunca íbamos a volver,
pero nadie te dice que hay cosas que no puedes
dejar en las casas que abandonas
ni en una caja de zapatos.
Que
habrá que llevar el aire, la piel, el llanto,
la voz mutilada que encontraste en la habitación vacía,
una bicicleta con el sol atado al manubrio, un libro de cuentos
y el silencio de una tarde cerrada en la boca del hambre.
Una
tristeza sin nombrar,
el abrazo en los ojos de la noche,
la lluvia y una sonrisa sin dientes
que te vio crecer, pero ya no te recuerda.
El
rincón desde el que mirabas al mundo sin miedo
porque los fantasmas no asustan al niño que llora.
Y
las palabras golpeando las paredes en una habitación
como un barco que se hunde.
Nadie
te dice que la infancia
es querer volver a casa,
meter todo en una caja de zapatos
y prenderle fuego.
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