Rapsodia
Para Guillermo
González
Árboles
de la villa blanca de San Carlos:
uno,
dos,
tres,
cuatro,
cinco;
cinco
aortas llenas de sangre;
cinco
basílicas de misteriosas sombras donde descansa mi ánimula desgarrada por las
zarpas atorrantes de la hora;
cinco
ánforas de perfumes que lactan las blancas y azules serpientes de mis sueños y
mis quimeras;
cinco
jarrones de verdes y perfumados aceites de frescura;
lámparas
piadosas, jocundas a veces y a veces tristísimas;
estáticas
a veces, y a veces movibles como velámenes;
a
veces repujadas de oro de estrellas o de plata lunar;
¡estradivarios
metafísicos, simbólicos violencelos!... al pasar el viento sus crines por la
urdimbre de vuestros ramazones, he sentido el misterio de las selvas
solitarias;
las
arengas de Matatías, el guerrero bíblico;
las
quejas de Leopardi;
las
lágrimas de Kociusco;
los
siete sellos de Emerson y las crueldades de Marte;
Árboles
de la villa blanca de San Carlos;
en la
armonía pitagórica de la alta noche, he sentido los festines de Nínive y
Babilonia;
he
visto los estercoleros de Job y los círculos candentes del Dante;
a
Mercurio y Schiarlock pesando oro;
a
Moloch y Nernrod bebiendo sangre:
a
Artel y el Marqués de Lafayette estribando en el pegaso alado...
Árboles
de la villa blanca de San Carlos:
cipos fantásticos de mi nostálgica necrópoli ideal, yo he cincelado en vuestras cortezas y en mi alma: no hay que perder la esperanza...
cipos fantásticos de mi nostálgica necrópoli ideal, yo he cincelado en vuestras cortezas y en mi alma: no hay que perder la esperanza...
No hay comentarios:
Publicar un comentario