Morir, a veces
A
veces me da gusto, así, morir:
boca
arriba, flotando, en una barca
de
sábanas tan limpias que se escapan
del
tiempo, como yo, cuando me muero.
Las
nubes se transforman. Son los libros
que
me acompañan río abajo, páginas
abiertas
que se leen en verso blanco,
casi
igual que estos, pero son mejores
aquellos
que escribimos en el cielo.
Morir,
a veces me da gusto así:
sin
darme cuenta, poco a poco, lento,
como
anochece el alma, como muere
el
día entre los últimos capítulos
de
una novela que habitamos todos.
Así
—sin aspavientos, con los ojos
hacia
atrás y sintiendo todo el peso
de
la tierra en mis huesos que también
son
forma que sostiene, que son versos
blancos
que ritmo y gracia dan al cuerpo—
me
da gusto morir, a veces, mas
no
siempre, sino a veces, sin pensarlo…
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