sábado, 31 de octubre de 2020

LUIS MARRE

  

 

 

En el Paseo del Prado

 

 

Éramos cuatro jóvenes poetas

descontentos.

En este mismo sitio,

bajo estos mismos álamos,

nos reuníamos.

Uno

tenía vocación de médium

y soñaba con verle aquello a Isis

—su celestina era

Madame Blavatsky.

Otro miraba de manera que

no se notara

su ojo

estrábico.

El tercero no sabía

si su voz era la de una flauta

náhuatl o árabe.

Y el cuarto era yo,

siempre en otra parte

rezagado y pendiente

del ómnibus de medianoche.

Hoy estamos

más o menos contentos.

Uno

ya está muerto,

es decir,

ya goza de la desnudez de Isis

—puro huesito.

Otro lleva espejuelos calobares.

El tercero trastea la bandurria

con gran éxito —hasta canta puntos.

Y el cuarto soy yo.

Me he quedado atrás.

En el mismo lugar

donde hace quince años nos reuníamos

un joven poeta

está leyéndome

sus versos.

Y esta vez he perdido

el ómnibus de medianoche.


(Enero de 1967)

 

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