Todo
se fue
Esta es la hora de
la soledad. Todos se han ido.
Se fueron los
honores, la púrpura y sus furias.
Se fue la amistad,
que como perra de oro
la llamaron por su
hambre secreta.
Se fue la lealtad
con máscara de palabras
y reverso de lepra.
Se fue la
generosidad porque el interés vino
con su sonrisa
larga y mirada ubicua.
Se fue el dinero,
que con imán extraen
desde mil
tentaciones con que incitan.
Se fue el tiempo, y
no quedé eterno,
sino óxido, orín,
telaraña con su madre muerta,
sin óxido, verdín
ni telaraña,
inmóvil tiempo.
Se fue la juventud
y su llanto de claveles,
la madurez se fue y
su tempestad prudente,
la vejez se fue y
quedé niño
que juega a ser
joven y maduro.
Se fue el amor, a
la densa ahogada por las vanas alas.
Pareció irse la
poesía que no vino nunca.
Se me fue la
angustia y retornó angustiada
porque existía sólo
como mi reflejo.
Se fue la soledad y
me dejó conmigo.
Y yo me dejé y no
sé encontrarme,
pues ando perdido
en busca de las pérdidas:
la amistad generosa,
el joven tiempo,
la poesía amor, y
el amor poesía,
la soledad
consciente de su angustia,
y mi ser entero.
Si encontráis los
honores, dejadlos, no los busco.
Al dinero usaría
para que sepáis que existo,
sombra que me
rodea, sin tocarme, de aparentes fulgores.
Si encontráis
talento, dádmelo, urgente, que necesito.
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