El bucoliasta
Entre
los dedos ágiles la flauta estremecida
como
femíneo talle, dócil a la ternura,
un
enjambre de arpegios cautivos apresura
a
hermanar del rebaño con la voz dolorida.
Al
tañedor infante que a la canción convida
responde
sólo el eco de la yerma llanura;
los
dioses nunca amaron la pastoril ventura
que
arrullan las cigarras en la noche transida.
Y
el efebo así canta: ¡Oh Febo! Sé clemente;
soy
bucoliasta y puro, de los dioses ferviente:
dáme
el laurel ansiado que tu poder recata.
Y
cuando me concedas tu indulgente sonrisa,
consagraré
en el ara que la grama tapiza
mi
rústica siringa a tu lira de plata.
Versión
de Carlos López Narváez
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