Hablo
del otoño que soy yo en la esquina de un libro.
inmóvil
en mitad de una mesa,
desteñida
en la hoja desnuda que respira
en el
fondo de un lago.
Hablo
de largas tardes saludando a las rosas,
y de
sombras que flotan y se pierden
en el
polvo seco de todos los días.
Deshago
la piel y la voz de los dedos,
inevitablemente
para no escribir con las manos,
para
no morir huyendo mientras la noche,
ilumina
el blanco de las horas y el tiempo,
reposa
en su propia muerte.
Vacío
las maletas,
las
despojo de voces malheridas,
de
ti, de mí, de impuros labios,
y
vuelvo al centro de la mesa,
a ser
otoño en la esquina de un libro.
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