El nido
Llegaron en bandada
querían beber el agua de mis despertares,
bebían mis sueños de niño
y hasta aquella morisqueta de abandono.
Bebían la tristeza de mis plumas
bebían mis patitas azules
siempre, siempre metidas en el agua.
Bebían mis asfixias,
la somnolencia de mis invenciones.
Bebían el latir de mis llantos a lágrima viva
bebían la rareza de mis humedades,
bebían mis debilidades de noches sin estrellas
¡Dios mío! Se bebían mi inocencia.
Mientras mi cara de niño
se quedó paralizada, allá, en el nido
donde la dueña tocaba el piano
y me contaba un cuento cada noche
y yo esperaba mi turno
siempre, siempre esperé mi turno
sin embargo, mis patitas azules
mis plumitas despojadas de rama
morían de tristeza en un trinar de miedo.
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