La
sortija
A
veces me toca rifar
mis
pensamientos
al
aire
me
resisto
desespero
me
resigno
mi
infancia quedó
reducida
en un punto
sobre
un caballo
que
ya no galopará jamás.
Oigo
lejos la gritería de todos mis adultos,
el
viral exitismo que se infiltra
y se
instala cómodamente
en el
crujir de mis vértebras:
«dale
que vos podés»
obediente
intento alcanzar
con
el manotazo de ahogado
algo
de la ilusión que veo derretirse
en la
manos de alguien,
pero
las horas reales
se
escurren entre la arena de un reloj que,
con
justicia,
se
prepara a colapsar.
*
Mi
esgrima se acaba con la última luz
del fui
creciendo
justo
cuando empezaba a disfrutar
del
giro,
de la
vuelta.
De
lágrimas enjugada y
con
los brazos en punto muerto
cedo
mi lugar en el juego
a los
bisoños condenados
que
me siguen detrás.
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