Vestigios
Atrás está la mujer de sal,
permitiré que me desbarate su sombra.
Luisa Isabel García Meriño
Otras
mujeres me acarician
cuando
recojo cáscaras de nueces
en la
calle –un lugar
al
que no pertenecen luz ni tiempo–,
¿qué
mano ha estrujado su blandura de fruta?
Así
me miro, yo, mapa de cicatrices
que
traza el mediodía
mientras
besa una muchacha mi cuerpo
a la
intemperie: uva madura
que
derramó su azúcar en mi boca.
Otras
mujeres como lobas, como chacalas y perras
escarban
mi entraña,
semilla
de árboles perennes
que
me visten de cortezas.
Aún
me arropa la raíz de un pubis
donde
crecían las yerbas, los malos pensamientos,
las
traiciones. No fui nunca
hija
predilecta de la noche,
fui
en cambio la más amada por sátiros
y
ninfas; la más pequeña de las Furias,
el
último verso estampado en ruinas.
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