Hic est locus patriae
Los árboles
llenaban el lugar de tu sangre;
el
cielo se rasgaba, demasiado cercano
para
ti; otros ejércitos vinieron, oh Casandra,
y nada
pudo ya resistir a su abrazo.
Aquel
que regresaba se apoyó sonriendo
en la
copa de mármol que adornaba el umbral.
Cae la
luz en el sitio que llaman La Arboleda.
Era luz
de palabra, fue noche de huracán.
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