Canto IX
Del
trueno un quejido y en mi respiración la disnea. Contrariada la tarde ¿Son
horas de dormir?
Música
danza en mi cabeza valsa en mi desvarío.
El
calor se aloja en mi tronco, me inflama, algo carcome mis párpados. Las paredes
se achican, capullo de imágenes y ruidos.
Las
ventanas desaparecen y el techo se pega a mis ojos. Un torbellino aparece, se
abre y jala, gancho ardiente de varillas que rasga la siesta.
El
cubre-polvo de las casas en mi vista, zapatos desfilan presurosos a la
velocidad de la indiferencia, levanto la mirada y veo a las personas de pies a
cabeza, al final el cielo gris, mancha de vómito que se estrella en la
consistencia de mi nombre.
Una canción
con ritmo de trópico se escucha lenta, pesada, lejana, aletargada como mi
cuerpo sobre la barda. Mis pasos se escuchan a ritmo de ciudad: perezosos,
largos, cansados, aletargados, lejanos, muy lejanos…
en la lejanía de la disnea y el
espejo.
De: “En medio”
No hay comentarios:
Publicar un comentario