viernes, 25 de julio de 2014

VICENTE PALÉS MATOS


 

La negra que me crió

 

La vida entera he de acordarme
de la negra que me crió:
sus dulces ojos compasivos
inclinados sobre el fogón,
el gordo seno que me daba,
y el delantal de calicó.

Reía con risa de melaza
y enseñaba los dientes de arroz;
mi niñz halló asilo en su falda
como en un nido de algodón.

Allá en la adea calcinada
(alguna cabra y mucho sol)
era la negra sombra grata:
ceiba de tronco amparador.

Aún la recuerdo, la cabeza
envuelta en rojo pañolón,
paseando su aire de tortuga
de la cocina al comedor.

De noche el sueño me rendía
bajo la magia de su voz,
o sus cuentos de aparecidos
despabilaban mi terror.

Pasó de una vida a la otra.
No recuerdo cómo pasó.
La encontraron acurrucada
como un perro, contra un rincón.

Todo el día estuve llorando
a la negra que me crió,
temiendo siempre que dijera
al ver mi llanto en el salón,
con su pastoza voz de madre:
–¡Niño, por Dioj!...

 

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