En
ocasión de todos los finales
Yo
nunca resistí las despedidas
con su mezcla de muerte y precipicio
con el aroma amargo de la finitud
empalagando el ánimo
con esa luz de hielo matutino
que penetra debajo de los párpados.
Yo
nunca resistí las despedidas
pero no sé por qué.
Me lo
pregunto porque no ha supuesto
una
sorpresa súbita casi ninguna de ellas.
He
solido saber
con
esa exactitud de los relojes
el
lugar, el momento
la documentación y el escenario
en que sobrevinieron.
No
hay engaño. El jueves diecinueve
era
un jueves sin ti. Estaba escrito
mucho
antes que las lágrimas
anunciasen
el fin
y todo fin es único.
Las
despedidas son como el otoño
inevitables
pérdidas
vienen puntuales con aviso previo.
Nadie
puede acusar de su tristeza
a la
pequeña hoja tiritando dormida
en medio del camino.
De
repente esa hoja me recuerda
los
hoteles pintados de naranja.
Son
dos cosas que llegan de otra época
igual que llega la bruma de noviembre.
Traen
una carga de nostalgia limpia
sin
traición ni sorpresa.
Y sin embargo el alma
no logra acostumbrarse en una vida.
Yo
nunca resistí las despedidas
porque
en cada una de ellas se marchita la voz
de
todas las personas que yo he sido
y ya no puedo ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario