viernes, 13 de septiembre de 2013

RUBÉN BONIFAZ NUÑO




Cuando duermo… 


Cuando duermo —lejos—, cuando la carne
no es más que una costra débil de niebla
sobre los endebles huesos,
y atrás de los dientes enmudece
contra el paladar la lengua, temblando;

cuando todo es blando y sin forma, espeso
—tal como si el sueño viniera
por los secretísimos caminos
que ha de recorrer la muerte algún día—,
siento que me llamas, y en tu boca
llega la canción que cantaste a oscuras
una vez, delante de mí.

Cantabas.

Y yo que te escucho paso en silencio.
Lloro encadenado al sueño triste
como al pie del mástil solo de un barco.

Imágenes, 1953



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