A mi
guitarra
Dulce
encanto del alma, tú eres sola
la compañera de mis tristes penas:
tú acompañas mi voz, tierno bien mío,
cuando yo canto.
Tú
eres mi amor, mi dicha y mi esperanza:
sólo en ti encuentro una ilusión ardiente,
y siempre sueño, cuando estoy dormida,
que estoy cantando.
Si
en otros brazos te contemplo triste,
siento que el alma se desgarra y llora.
porque conozco, dulce lira mía,
que estás gimiendo.
¡Oh!
nunca, nunca permitid, amiga,
que recorran tus cuerdas otras manos;
yo sola quiero sostener tu mástil
entre mis brazos.
Tú
gimes, lira, cuando yo suspiro,
melancólicamente entre mis dedos,
y parece que gozas cuando alcanzo
algún contento.
Tú
eras alegre y bulliciosa a veces,
otras tu son es lúgubre gemido,
luego parece que entusiasta expresas
dichas de amor.
Ya
es tu sonido dulce y melancólico,
era furioso, irresistible y fuerte,
amargo y triste cuando a mi alma roe
dolor profundo.
¡Ah!
Nunca debo permitir, bien mío,
que otros tus tonos deliciosos vibren;
mis dedos sólo tus divinas cuerdas
recorrerán.
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