domingo, 18 de octubre de 2020

INGEBORG BACHMANN

  


 

Currículum Vitae

 



Larga es la noche,

larga para el hombre

que no puede morir, largamente

se tambalea bajo farolas

su ojo desnudo y su ojo

cegado por el aliento de aguardiente, y el olor

a carne mojada bajo sus uñas

no siempre le aturde, oh dios,

larga es la noche.

 

Mi cabello no se encanece

porque salí del vientre de las máquinas,

Rosarroja* me untó de alquitrán la frente

y los mechones, habían estrangulado

a su hermana, blanca como la nieve. Pero yo,

el jefe de la tribu, pasé por la ciudad

de diez veces cien mil almas, y mi pie

pisaba las cucarachas del alma bajo el cielo de cuero, del cual

pendían diez veces cien mil pipas de la paz,

frías. Una calma de ángeles

deseé a menudo para mí

y cotos de caza llenos

de los gritos impotentes

de mis amigos.

 Con las piernas y las alas abiertas

subía la sabihonda juventud

sobre mí, sobre el estiércol, sobre el jazmín,

hacia las inmensas noches del secreto

de la raíz cuadrada, la leyenda de la muerte

empaña mi ventana cada hora,

dadme euforbia y verted

la risa en mi garganta

de los viejos que nos antecedieron, cuando

caiga yo sobre los infolios

en el sueño vergonzoso,

para que no pueda pensar,

para que juegue con flecos

de los que cuelgan serpientes.

 

También nuestras madres

soñaron con el futuro de sus maridos,

los vieron poderosos,

revolucionarios y solitarios,

pero después del retiro los han visto encorvados en el huerto

sobre las llameantes malas hierbas,

mano a mano con el fruto charlatán

de su amor. Triste padre mío,

¿por qué callasteis entonces

y no habéis seguido pensando?

 

Perdido en las cascadas de fuego,

En una noche junto a un cañón

que no dispara, condenadamente larga

es la noche, bajo el esputo

de una luna enfermiza, su luz

biliosa, pasa volando sobre mí

el trineo con la historia

embellecida,

en la vía del sueño de poder (lo cual no impido).

No era que yo durmiese: estaba despierto,

entre esqueletos de hielo buscaba el camino,

volvía a casa, me ceñía el brazo

y la pierna con hiedra y con restos

de sol blanqueaba las ruinas.

Respeté los días festivos,

y sólo si mi pan estaba bendecido

lo comía.

 

En una época arrogante

hay que pasar de prisa

de una luz a otra, de un país

a otro, bajo el arco iris,

con la punta del compás en el corazón,

tomando la noche por radio.

Abierto de par en par. Desde las montañas

se ven lagos, en los lagos

montañas, y en el armazón de las nubes

se balancean las campanas

de un mundo. Saber de quién

es ese mundo, me está prohibido.

 

Ocurrió un viernes:

-yo estaba ayunando por mi vida,

el aire chorreaba del zumo de los limones

y la espina estaba clavada en mi paladar¬

entonces saqué del pez abierto

un anillo que lanzado

al nacer yo, cayó en el río

de la noche y se hundió.

Yo volví a lanzarlo a la noche.

 

Oh ¡si no tuviera miedo a la muerte!

Si tuviera la palabra

(y no la errase)

si no tuviera cardos en el corazón

(y rechazara el sol),

si no tuviera avidez en la boca

(y no bebiera el agua salvaje),

si no abriera el párpado

(y no hubiera visto la cuerda).

¿Están tirando del cielo?

Si no me sostuviera la tierra

hace tiempo que yacería quieta,

hace tiempo que yacería

donde me quiere la noche,

antes de que hinche las narices

y levante su casco

para nuevos golpes,

siempre para golpear.

Siempre la noche.

Y nunca el día.

 

 

*Rosarroja y Blancanieves son hermanas en el cuento.

 

 

Versión de Cecilia Dreymüller y Concha García

De: "Invocación a la Osa Mayor" 

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