Camarero de la soledad
La
mesa está servida. Los platos se extienden
anhelantes.
Ordenados cubiertos tiene aire
entristecido
de plata. En una copa absorta
reluce
sangre en abandono; abreviado en la uva
el
sol desnudo está en la otra hermana.
Disimula
su sed, en el cristal, el agua.
Arrodillada,
la servilleta monja espera.
Escondido
en tortuga de cobres solitarios
el
pan mostrar quiere su ternura alba.
Silencio
deja la silla ante esta duna
interminable,
muchos años tendida.
Ningún
comensal llega. Yo, sin embargo,
camarero
de la soledad, a la esperanza sirvo.
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