Cercana a los ojos y a los cabellos
sueltos...
Cercana
a los ojos y a los cabellos sueltos
sobre
la frente, tú, pequeña luz,
absorta
enrojeces mis papeles.
De
adolescente ardía hasta el anochecer
junto
a tu demacrada claridad, y eran extraños
los
rumores del viento y el canto de los grillos solitarios.
Entonces
en las estancias sin memoria
dormían
los parientes, y mi hermano,
tras
un delgado muro, estaba inmóvil.
Ahora
tú, luz rojiza, no nos dices en dónde está
y,
sin embargo, iluminas y suspira
el
grillo en los campos desiertos;
mi
madre se peina ante el espejo,
con
un gesto tan antiguo como tu luz,
y
piensa en aquel hijo ya sin vida.
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