Epigrama contra Stalin
Vivimos
sin sentir el país a nuestros pies,
nuestras
palabras no se escuchan a diez pasos.
La
más breve de las pláticas
gravita,
quejosa, al montañés del Kremlin.
Sus
dedos gruesos como gusanos, grasientos,
y
sus palabras como pesados martillos, certeras.
Sus
bigotes de cucaracha parecen reír
y
relumbran las cañas de sus botas.
Entre
una chusma de caciques de cuello extrafino
él
juega con los favores de estas cuasipersonas.
Uno
silba, otro maúlla, aquel gime, el otro llora;
sólo
él campea tonante y los tutea.
Como
herraduras forja un decreto tras otro:
A
uno al bajo vientre, al otro en la frente, al tercero en la ceja,
al
cuarto en un ojo.
Toda
ejecución es para él un festejo
que
alegra su amplio pecho de oseta.
Version de Jorge Bustamante García
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