El deseo
Ella
entró, y apasionadamente, los ojos
cerrados,
unió sus labios a los míos y
nuestras
lenguas se conocieron... Nunca hubo
en
mi vida un beso como aquél.
Ella
estaba de pie contra mí, toda amorosa
y
complaciente. Una de mis rodillas, poco
a
poco, se colocó entre sus muslos cálidos,
que
cedieron como para un amante.
Mi
mano deslizándose sobre su túnica,
buscaba
adivinar el cuerpo desnudo que curva
a
curva ondulante se plegaba, donde se combaba,
se
atiesaba con los roces de la piel.
Con
sus ojos en delirio, designaba el lecho,
pero
no teníamos el derecho de amarnos antes
de
la ceremonia de nupcias y nos separamos
bruscamente.
Versión de L.S
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