Oda para Jack London
Soy
siempre de aquellos
que
va dejando a alguien,
nunca
ese alguien
seguro
en la partida:
en
la melancolía de la ausencia
la
mañana nostálgica es insumisa.
Los
viajes fueron hechos para mí.
Nací
con los mapas.
Los
itinerarios están en la palma de mi mano.
Soy
siempre un extraño,
forastero
en playas nunca repetidas,
minutos
en la existencia de mujeres olvidadas
en
puertos nunca visitados por segunda vez.
Tampoco
me dijeron nada las manos ni los pañuelos
que
permanecen cálidos en los puertos:
desconozco
la tibieza del hálito.
También
mis manos,
una
a sotavento,
otra
a barlovento,
nunca
se manifestaron.
Nunca
las sacudió una saudade futura.
Nunca
fui ese alguien que se queda, soy siempre el
que
se va,
—el
que se va y nunca regresa, como si fuese a existir
el
olvido con la muerte.
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