jueves, 27 de octubre de 2016

CARLOS APREA





Raúl



Dónde andarás Raúl,
por qué difícil cálculo.
La tierra, al fin, sigue anchísima y ajena
y no te alcanzo a ver por el google earth.
Juntos comenzamos a explorarla
remontando en verano el Maldonado
y fue nuestro el festín de garzas y flamencos,
nuestra patria primera, sin fronteras ni ley.
Y siempre tu rostro,
sin dudas ni jactancia alguna
que te hayas permitido;
un cruzado que siempre entrevió a Dios
en el horizonte
de su propio esfuerzo;
los demás hacíamos lo nuestro,
lo de todos: dudábamos,
vagueábamos o nos enredaba
el diablo en las diagonales
más sórdidas del centro.
Cómo andará tu fe prodigiosa
en las virtudes de la técnica,
el progreso como un horizonte luminoso,
lejos de la miseria y el temor,
que siempre golpeó más a los morochos,
aseguraba tu madre;
cómo andarán tus superhéroes
y nuestras estampillas: mares lejanos,
animales fabulosos, países de nombres
sorprendentes;
dónde guardarás esa placa de bronce
de los ferrocarriles ingleses del Chubut,
juntos la arrancamos de una máquina
muerta, una ballena de hierro en
pleno Puerto Madryn, “Manchester 1888”,
nos pesaba como una culpa;
o esos trozos de carbón
de coke que desenterrábamos
entre las vías muertas del baldío,
mientras soñábamos mansamente
con el porvenir. No eran tiempos
para entender demasiado,
ni vislumbrar la tempestad en ciernes.
Tanta agua pasó
que no quedaron puentes entre
tu vivir y el mío, sólo alguna
foto escolar, el sonido
de tu nombre llamándote
desde el jardín,
frente a tu antigua casa,
atrás del descampado y el olvido.




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