viernes, 18 de marzo de 2022

JORGE VILLALOBOS

 

 

VI

 

 

Ese niño de seis años jugando con su madre en el mar, sobre una tabla, ese niño de seis años que se divierte cuando su padre lo alza al aire, sabiendo que pedirá otra vez el mismo chapuzón. Ese niño de seis años llamará al abuelo que no quita ojo al nieto bajo sus gafas de sol, a su mayor orgullo, y traerá la fruta para el sofoco, le contará sus historias de jugador de fútbol, sus regates, porque sabe que ese nieto, su ojito derecho, ve un héroe tras cada anécdota. Y la abuela avisará para comer. La tía seguirá con él porque es un hijo para ella. Ese helado de chocolate que le regala, ese volver al agua un poco más, ese abrazo porque no hace pie, son su maternidad. Paseo estas playas con la huella de ese niño de seis años porque esta espuma contra mis tobillos me recuerda que, ahora, mi abuela va en silla de ruedas, que el Alzheimer de mi abuelo hizo olvidar aquellas historias, que me recoloco hoy sus gafas de sol. Si quienes miran supieran esto no verían un joven que se adentra en el agua, verían un hijo nadando el vacío de su madre, sin tabla que agarrar.

 

 

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