De la tristeza del poeta al bajar la marea
en la mesa de
lectura
Siempre
hay malos poetas
(afortunadamente
nos
vienen a leer —en verso sus incontinencias)
Algunos
tienen notables premios, otros
—como
yo— no los tenemos, pero
eso no
evita que como las olas
cada
cierto instante
regresemos
a estrellarnos contra ustedes
para
esculpirlos en escuchas
de la
poesía
(por
accidente)
al
igual que los peñascos
son
acariciados por los rumores del mar.
Innegable
es también
que si
no escribiéramos
nosotros,
los poetas malos (espuma de los mares),
los
grandes poetas no existirían
no podrían
formarse porque necesitan
a toda
costa
de
nuestras olas pequeñas
No
tendrían mar para crear sus tempestades
ni las
burbujas de las perlas para explotar
contra
todos (ustedes)
arrastrándolos
agua adentro
en sus
turbios aguajes
hasta
inundarlo todo
hasta
desaparecerlos
a
ustedes y sus gritos
con el
alarido de sus aguas
transformarlos
en mar mismo, desvanecerlos
en el
terrible
perverso silencio
de la
paz de la tierra
y
asimilarlos así, irremediablemente
convertidos
en poesía.
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