martes, 10 de junio de 2014

RODRIGO ROJAS


 

El nuevo mar del cielo

 

Luminosa pende la vida de los árboles
pudriéndose delicada y abundante.
Mientras las aguas se arrugan en la orilla,
el viento toma el vacío para llenarlo desde el borde.

Nuestra navegación se hacía
por el viento al que se llama Bolturno.
Mirando la barriga inflada del cielo
desplegamos nuestra tristeza sin atarla al mástil.
Pusimos la proa bajo el mediodía
y la nave corrió a palo seco.

Abandonamos todas las velas al viento,
los benditos trapos
se hincharon hacia nubes afiebradas.

Sueltos por el ramaje y el rugir de las aguas
fueron ángeles empapados.
Esos harapos que se perdían por los desfiladeros
nos pusieron de rodillas.
Dios sea loado en el torrente,
que hunda nuestro casco al sargazo
y nos sumerja en el nuevo mar del cielo.

 

 

 

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