Lejos
de lo posible
Lejos de lo posible y bajo el umbral,
me tumbé a llorar no la lágrima, sino al hombre,
los relámpagos en mi cabeza, el sudor nocturno
y frío, los tiempos necesarios, la salud y el cáncer
de mama de mi madre. Me tumbé sobre la idea
de vivir después de ti y se escapó de mis manos
lo que entonces parecía tan inalcanzable.
Aunque
se escarbe hasta el fondo de la última
palabra algún enigma, los valles y temores,
situados en la geografía íntima e individual,
se conduelen casi siempre propios
y ajenos a uno mismo.
¿Acaso
dilapidó el pan las migajas
de lo que fuimos, de lo que soy,
de esto que ha sido año tras año, adiós tras adiós,
conjugar el musgo al talón a orillas del río?
Pongamos
sobre la mesa el aplauso,
el regocijo, los semblantes de alegría.
Mañana terminará el ayer y el hambre
que sentíamos nuestra nunca nos perteneció.
Festejemos,
pues, el umbral, lejos de lo posible.
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