¡Cuántas cosas pensé que eran
sublimes…
¡Cuántas
cosas pensé que eran sublimes,
merecedoras
de abundantes lágrimas!
¿Cuáles
eran? Las lágrimas del recuerdo,
y
las pensativas planicies
por
donde extendieron sus largos ríos.
Mas
no llevan ninguna voz, esas aguas.
Todo
fue ahogado y sepultado.
Mayores
que las cosas lloradas
eran
las lágrimas que las lloraron.
Y
a distancia,
su
imagen es una soledad ya sin sentido,
mapa
falso que nuestro viaje abandona,
pues
vamos siempre más allá de todo, más lejos…
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