jueves, 16 de julio de 2020

CECÍLIA MEIRELES





¡Cuántas cosas pensé que eran sublimes…



¡Cuántas cosas pensé que eran sublimes,
merecedoras de abundantes lágrimas!
¿Cuáles eran? Las lágrimas del recuerdo,
y las pensativas planicies
por donde extendieron sus largos ríos.
Mas no llevan ninguna voz, esas aguas.
Todo fue ahogado y sepultado.
Mayores que las cosas lloradas
eran las lágrimas que las lloraron.
Y a distancia,
su imagen es una soledad ya sin sentido,
mapa falso que nuestro viaje abandona,
pues vamos siempre más allá de todo, más lejos…


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