jueves, 24 de noviembre de 2022

JESÚS ALBERTO LEÓN

  


Salir de viaje



Acometer un viaje es siempre la acrobacia
de andar en vilo en vez de estar en casa.
Sale uno de sí mismo pero queda,
y aunque pierda una vida obtiene otra.
Los objetos amados, que son los más inútiles,
no entran en el mezquino caudal de la maleta.
Los hábitos extienden el reticente cuello
y uno los decapita, resignado,
no vaya a rebrotar y maniatar el gesto
la usual enredadera del arrepentimiento.
Se dejan pues temblando como tímidos hongos
los muñones del tiempo detenido,
y se va al aeropuerto, al vacío, al después.
Luego despierta uno y llega al otro mundo
con los ojos colmados de desconocimiento.
Tras lavar las costumbres quitadas de los párpados,
emprende una gimnasia de miradas distintas.
La hora de comer es ahora deshora,
tropezando se traza el mapa del hotel.
Cambian la resonancia de la prisa y la pausa,
la insistencia del sol, la actitud de los árboles.
Comienzan otros trances, apuestas imprevistas,
la incertidumbre mórbida de aprender otros bailes,
la aturdida sorpresa de los nuevos enigmas,
y la sabiduría perpleja de ser nadie.


De: “Habitar el instante”




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