Funeral sin tristeza
Esto
no es estar muertos,
es
volver
a
la patria, a la cuna:
claro
es el día
tal
la sonrisa de una madre
que
esperaba.
Helados
campos, árboles plateados, crisantemos
amarillos:
las niñas,
vestidas
de blanco,
color
de escarcha sus velos,
y
la voz color del agua,
aún
viva,
entre
bancales de tierra.
Las
llamas de los cirios, naufragadas
en
el brillar de la mañana,
son
el desvanecerse
suave
de
las cosas terrenas;
el
volver de los humanos
por
invisibles puentes
de
cielo,
por
blancas cimas de montes
soñados,
a
la otra orilla, a los prados
del
sol.
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