viernes, 4 de septiembre de 2020

CARLOS CAÑAS




En la oficina



Hay un ángel perdido en mi camisa.
¿De qué color será? ¿Blanco, gris, negro o rojo?

No. No sé cuál es su color,
pero daría lo bueno que en mi alma existe
para averiguar el color de mi ángel.

¿Blanco, gris, negro o rojo?
¿Cuál será su color?

Una nube pasa, ya lluvia,
por la ventana.

El tiempo, ahora, es gris:
gris enmarcado, duro y frío.

Luego, una voz me cae en los oídos
y me pregunta: ¿De qué color es tu ángel?
¡Mi ángel! ¡Ah, mi ángel!
No. No sé su color,
pero seguro estoy
de que un color tiene que tener.

No puedo aclarar nada.
El tiempo es gris y estoy en la oficina,
donde una sombra viene y me dice:
“Joven, ¿ya salió mi solicitud?”.

El misterio entonces se pierde
y ya no puedo pensar en el color.

¡Cómo llueve!
El tiempo es gris y pesado.
El tiempo es sordo y ciego, por dentro y por fuera.

Luego, otra palabra:
es la del jefe de la oficina, que me dice:
“¡Despierte, joven, despierte!”

Vaya, ¡qué fastidio!
Bueno, el tiempo es largo.
Y el color de mi ángel
lo tengo que saber,
en mi mañana del mañana,
siempre en hoy.

Adiós misterio, hasta pronto.
Y que tu cita, tanto para ti como para mí,
sea de fuego por siempre.

¡Ah, qué dolor el mío!
¡Ángel incoloro,
el no saberte me está doliendo!


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