lunes, 11 de junio de 2018

VÍCTOR A. JIMÉNEZ JÓDAR





La mujer infinita

Por Dios, que he visto esos dos ojos negros,
esas caderas anchas, esa forma
de culear andando, esas dos tetas
Rafael Alberti



Por la calle me digo:
“No sé por qué será”.
Y en realidad, lo sé.
Será la primavera,
o esa forma que tienes
de colocarte el pelo
tras la oreja.
Podría ser también
el tono de la voz,
las palabras exactas
que pronuncias,
la manera que tienes
de decir, de callar.
Es bastante posible
que sea “esa forma
de culear andando”,
calle arriba y abajo,
por los umbrales leves
del oculto Albayzín.

En el surgir probable
de una tibia sonrisa
o en el latir oscuro
de un profundo desvelo.
En el mirar ausente
por las grietas del mundo
o en el estar pendiente
a los actos, los gestos.

En realidad no sé.
Ciertamente parece
que hubieras devenido
consumación del tiempo,
que miles de millones
de años de evolución
te hubieran otorgado
el poder increíble
de ser la más perfecta
creación del universo.
Una divinidad
cachonda y callejera.
Una mitología
suburbana y moderna.
Afrodita perdida
o cotidiana diosa.

Pero todo pudiera
ser -y puede que sea
quizá- este discurrir
mundano en un paseo
por tu siempre figura.

Puede, también, quizá,
que me has enamorado,
tanto hoy como ayer,
anónima mujer,
con quien nunca he hablado
y a quien siempre amaré.




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