Sirenas I
Los hilos solares forman un
ovillo en la piedra. La forma entre pliegues guarda un cuerpo endurecido: luz
dolorida que empieza a mancharse de brillos como una flor abriéndose. Las
pizcas de sal reaniman su azarosa hechura. Grano por grano vibra al contacto
del agua. El primer indicio, las uñas, que se aferran a la roca; y el mar con
su furor la llena de escamas.
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