miércoles, 7 de julio de 2021

JUAN CARLOS CABRERA PONS

 


 

Brilliant Corners

 

 

Para Josué Hernández

 

 

Me dijiste que volver era difícil.
Hablo de la ciudad en que crecimos
(nada mejor que invocar una ciudad común
para acercar a dos espíritus afines).
Desde tus labios se elevaban para mí sus perspicacias
el trazo irregular de sus aceras, el cielo interrumpido
por sus muros: esquinas brillantes en las que aprendimos del amor
y de la hombría, de la juventud y de la soledad.
En tus ojos resplandece todavía su mañana. La mañana,
esa eterna promesa a los sentidos.

 

Me dijiste que crecer era difícil.
Esta mañana te vi sonreír recordando la ciudad que nos saquearon.
La memoria ciertamente toma y da obedeciendo misteriosos protocolos.
¿Qué tan cierto, qué tan justamente ilusorio fue el lugar en que crecimos?
Me despedí con la promesa del reencuentro. Cuánto habíamos ignorado
que la promesa es un pretérito infortunio,
que es rota ya o cumplida al enunciarse.
Crecer es aprender a traicionarse.

Estaba pensando en lo que fuimos.
La manera acostumbrada en que nos despojamos de nosotros.
Se me ocurría que somos quizá un número finito de promesas.
Hablo de lo que somos,
de lo que inevitablemente tomó el lugar de lo que fuimos
y que nos define hoy como congéneres.
Estaba caminando y viendo a pasar a los transeúntes.
Cómo eran diferentes nuestras calles, cómo igualmente inútiles,
igualmente anónimos sus habitantes.
Qué poco había cambiado la ciudad
al ocultar las esquinas brillantes que entonces ignoramos.

 

No puede ya engañarnos. Hemos crecido sabios,
la hemos despreciado en otras, mirándonos en otros anaqueles.
Dicen que uno termina por volverse en lo que odia.
Hemos también odiado a otras.
Muchas hay más cómodas para el amor y mucho más completas
para el odio. Qué fácil fue para nosotros despojarla
de los rincones ocultos que todavía somos: las sombras contra la pared
que fueron nuestras, las esquinas que cruzamos sin mirar
y que no dejarán de lucir en lo que fuimos.

 

No puede ya engañarnos. Somos lo que dejó de ser:
rincones de inútil servidumbre que alguien, quizá más afortunado,
decidió no rescatar. No podrá rescatarnos:
hemos crecido simples,
hemos aprendido a ignorar lo que perdemos.

 

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