martes, 13 de noviembre de 2012

EFRAÍN HUERTA






Verdaderamente




I.

Verdaderamente soy todo oídos para ti
cuando tu pecho en blanco torna lluvia mis manos,
te duelen los hombros hasta el grito
y te corren gladiolas enfermizas por las piernas.
Verdaderamente.
Con la certeza de lo que sentirán en el invierno
una nube con festones de azúcar,
en el otoño dos mujeres sin párpados
o en el alba las rodillas desesperadas de una virgen.

Ennoblecida verdad la del olvido,
purísima verdad aquella de la ternura muerta.
Verdaderamente muertos, encerrados en mármol,
cristalizados en miserables corolas sin angustia
y con asomos de fastidio,
crucificados míos,
petrificados en el filo de las espadas,
en esa hora agradable de los barqueros blasfemando en los ríos
y el duelo espejeante de los remos.

En esta hora y en otras,
tan bien soy todo oídos para ti,
que tu sombra amanece en pleno día del mundo
y mi amor impaciente se atreve sin error por tu vida.


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